Después de entrenar, la ducha es fundamental para renovar energías. Sin embargo, el eterno debate se centra en si es mejor ducharse con agua fría o caliente. En este artículo damos una respuesta definitiva analizando las ventajas de cada opción.
La ducha fría, el estímulo que necesita tu cuerpo
El agua fría tiene grandes beneficios para después de entrenar. Sin embargo, cabe destacar que no debemos utilizar agua demasiado fría, sino más bien una temperatura normal, sin acercarse a la tibia. Veamos las ventajas.
Acelera la recuperación muscular
Tras hacer deporte, nuestro cuerpo está exhausto por el esfuerzo realizado. En este sentido, el agua fría te ayudará a desinflamar los músculos, ya que los vasos sanguíneos —que se han dilatado por el entrenamiento— se contraerán y volverán a su estado normal.
Repara los microtraumas
Si has practicado ejercicios de fuerza, las microfibras musculares tenderán a romperse. Por tanto, el agua a bajas temperaturas logrará reparar los microtraumas causados, ya que estimula la actividad de las células.
Agiliza las articulaciones
Las agujetas tienden a aparecer al día siguiente del ejercicio, pero, en ocasiones, nos sorprenden el mismo día. Para esto, un baño frío es ideal para desinflamarlas, al igual que sucede con los tendones.
Una ducha caliente para relajar y recuperar
El agua caliente, por su parte, tiene otras ventajas que también puedes aprovechar a tu favor. No obstante, tampoco conviene pasarse para no sufrir un cambio térmico extremo al salir de la ducha.
Fomenta la recuperación localizada
Si el deporte que has hecho implica principalmente un grupo muscular, date una ducha con agua caliente. Tiene la capacidad de favorecer el riego de la sangre, facilitando la recuperación de una zona.
Relaja tras el entrenamiento
Exceptuando los deportistas de alto rendimiento, todos los demás necesitan agua a temperatura media para relajarse. Esto se debe a que hacer ejercicio puede someter al cuerpo —y a nosotros mismos— a gran estrés.
Limpia la piel
El sudor que aparece al hacer esfuerzo tiene la función de drenar nuestro cuerpo desde dentro. El agua caliente, por su parte, ayudará a retirarlo y a limpiar la piel externamente.
Entonces, ¿qué es mejor?
Tras haber analizado ambas opciones, vamos a proponerte algo. ¿Por qué tienes que elegir una si puedes combinar las dos? Ten en cuenta, sin embargo, que esto lo debes hacer de una manera determinada, ya que los cambios drásticos de temperatura pueden tener sus riesgos.
Lo mejor es que comiences con agua caliente —sin pasarte, pero tampoco tibia— y que después alternes a agua fría. Repite este proceso unas 3 o 5 veces para optimizar los resultados.
En definitiva, ducharse con agua fría o caliente tiene distintas ventajas, aunque puedes disfrutar de ambas si sigues los consejos que te hemos dado. ¡Ponte en marcha!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar!